Que sepáis que este es mi nuevo motto: "finge hasta que lo consigas". Se lo he robado a esa escritora a la que me quiero parecer de mayor: la hilarante Caitlin Moran. Porque parece que funciona y que además vale para todo. Así que ahora finjo mucho y a ver si de tanto fingir me lo creo y lo consigo. Y eso es lo que he hecho este fin de semana: fingir que el mundo de los musiquitos es mío y así quizá algún día consiga, como cualquier groupie de pro que se precie, sentirme admitida en este reino de los cielos en la tierra.
Y con esta nueva filosofía me subí hasta Bilbao atraída por un cartel rebosante de bateristas y bajistas togüenorros reunidos bajo la denominación del KRISTONFEST, el evento alternativo "al de los modernos" que tenía lugar al otro lado de la ciudad. Y es que la hegemonía de la batería en las cuatro bandas que lo conformaban es evidente. En todas ellas son el centro de gravedad del cual, el resto de las estrellitas que forman cada una de ellas, quieren escapar. Pero a golpe de pedal y baqueta, logran contrarrestar a las mil maravillas, junto a esa naturaleza zen innata de los bajistas, la incontrolable fuerza centrífuga de guitarristas y /o cantantes con un "os jodéis pero mi centrípeta es más grande". Yestoesasí. ¿Que l@s bateristas son también l@s que más pillan? Claaaaaro. La física es lo que tiene: que no hay trampa ni cartón.
Para variar, de los locales CHILDRAIN solo pudimos ver el final porque, total, para qué vamos a llegar nunca en hora a un concierto. No obstante, tuvimos suficiente material para calentar con alegría nuestros cuellos, dando rendida cuenta a su conceptual y recientico trabajo MATHERIA.
Por su parte, los graciositos de TOUNDRA, cuando luego me colé en el "meet&greet" (aunque yo soy más de "peep&touch") que se montó posteriormente la organización, se rieron de una de sus camisetas que me acababan de regalar pues me quedaba "como un bacala". Puesunacositaosvoyadecir: a ver si dejamos de hacer tallas de "chica" para las escuárcicas. La camiseta tipo sarión de chico tampoco es opción. Haced una talla M pero M de verdad, de las de H&M, basadas en las redondeces nórdicas que tanto decís que os ponen, cojonas, que las que estamos muy francamente también tenemos derecho a llevar vuestras camisetas con dignidad a pesar de nuestras exuberancias, cagüentóloquesemenea.
Tras un Macon iluminado puede apreciarse el quinto componente toundrino en la sombra: Lorenzo |
Hablando de indumentaria y de mujerío, dicen las malas lenguas que Superball ha obligado a Macon (aka #putomaca) a llevar pantalones hiperajustados para que la banda termine de hacerse con el mercado femenino. Pues conmigo lo están consiguiendo, sobre todo desde que me he enterado que, además, es abogado de día y macarruzo de noche. Y así, esta nueva boy band que está desbancando a los Auryn en los gustos de mis amigas abrieron su concierto con lo que viene siendo un temazo, finalizando con otro del trece. Entre medias tocaron temazos de su último trabajo y algunos de los anteriores. Y así me ventilo con mucha habilidad la obligación de dar el setlist de las narices que tanto os empeñáis siempre en reproducir y que a mi, con estos chicos, me cuesta elaborar más ya que solo identifico la canción de la tormenta, la de los pajaritos y la de los zorros corriendo por el bosque en llamas. Pero lo que nunca me cuesta con estos zagales es sentir ese buen rollo que tienen entre ellos y que trasladan al que los escucha. Y encima los muy cabronias se lo pasan siempre pirata en los conciertos, se desweban los unos de los otros, disfrutan como enanos al hacer su música ¡y encima les pagan por ello¡. ¿Entendéis ahora porque quiero seguir fingiendo hasta que lo consiga? Poseso. Les amo. Y mucho.
Con THE OCEAN estuve más pendiente de mi "yomadre" pues andaba preocupada por si Loic Rosetti se partiría finalmente la crisma en su obstinado intento de luchar contra todas las fuerzas físicas. No solo se tiró al respetable desde una altura de unos seis metros desde el sitio que minutos antes ocupaba mi pelazo y que abandoné momentáneamente para hacerme con unas birritas frejkitas -efectivamenteysí soy de lo más inoportuna-, sino que en otra de sus extrañas y descerebradas maniobras cogió carrerilla desde el fondo del escenario y se volvió a tirar por quincuagésima, esta vez a un inconfundible y veraniego estilo "boooombaaa" a un ya fatigado público de tanto recogerle. Pabersematao. Sonoridades pelágicas y escenas submarinas con sus medusas del amor y todo fueron el ya menos llamativo entorno que acompañó a la banda berlinesa de la que tan gratos recuerdos conservaba del Resu del pasado año.
GOJIRA (pronunciado Goyirá, que sé que sois todos unos catetos) salieron a un público entregado desde el momento en que vieron aparecer su nombre en los carteles del KRISTONFEST. Les Duplantier frères, pese a haber perdido recientemente a su madre (o quizá precisamente por ello) sacaron energía y una rabia nada habitual en la chanson française. El caso es que disfruté más de la emoción de la persona que tuvo la fortuna de acompañarme en este viaje que del concierto en sí pues rebosaba felicidad en este su primer concierto en lo que él denominó 3D. Sí, las drogas son malas. A mi, en cualquier caso, todavía me cuesta asimilar el rollo guitarra metralleta de los de Bayona, pero de verdad que lo intento. Mario, el baterista y su fuerza centrípeta sí que me conquistaron. Y encima es más salao que el bacalao.
Finalmente nos dejamos llevar por el despiporre de THE WIZARDS donde el zurrao de Ian Mason con el que tanto nos divertimos recientemente en el Gruta77 de Madrid revolucionó al personal ayudado a las voces por Iñigo, el cantante de los que abrieron el festival, CHILDRAIN. Desparrame, propulsión de cervezas, algaravío... todo muy propio para un afterparty hardcoreta.
Puede quedar un poco de sobrada (algo que, a estas alturas de la película, me la refanflinfla) pero me encanta ver conciertos fuera de Madrid pues el ambiente siempre es máximo, el trato impecable y el respeto por el espacio vital, sagrado. El que nos perdiéramos por las cuestas de Bilbao en nuestro caótico volver al hotel es lo de menos (aunque otro gallo nos hubiera cantado si no nos hubiésemos agenciado un bocata de beicon con queso que nos supo a gloria bendita).
Y esta es la rubicrónica de un fin de semana incroyable donde he fingido tanto que casi lo consigo.
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