Igual que no me resultó lo mismo el 1353 de la calle H de Washington DC, a la sazón enclave del carismático Rock & Roll Hotel que nada tenía que ver con el propiamente llamado Hotel y sin embargo casposo Hyatt sito en la misma calle milomás números más allá (que en cualquier ciudad que se precie en EEUU significa milomás kilometros más allá), poco tuvo que ver el concierto de TORCHE que por sorpresa vi en el primero de los hoteles y del que ya hiciera la consabida rubicrónica, con el ya no tan sorprendente concierto que la misma banda dio el pasado viernes en Madrid. Quizá me omnibulé con el glamour de la capital de los Estados Junticos de América o a lo peor fue la cotidaneidad que me da ver un concierto en El Sol, el caso es que no me parecieron tan molones estos stoneros chicos de Miami (¿O acaso os creíais que de esa ciudad solo salía salsa y restreggon?)
Quizá la culpa la tuvo, además del chachachá, el sorprendente trío que escogieron como teloneros: GIGANTO y su protometal instrumental que captaron mi atención desde su primer descompás. Oscuro a la par que íntimo y omnipresente, ese bajo machacón y sin embargo hiptonizador me dio la absoluta certeza de lo gratificante que resulta en ocasiones acercarte a ver una banda de la que ni siquiera conoces su nombre. Y aquí mi amigo tocaba el bajo con púa, algo que parece ser un sacrilegio dentro del bajerío más fino. Pues os digo una cosica: ya os podríais aplicar el cuento alguno porque el resultado, al menos en esta banda, es acojonante. Y aun así podías reconocer, medio escondidas y surgiendo tímidamente de entre ese barullo de ruidaco unas melodías finas no, finísimas. El caso es que tras negociar una camiseta y un CD de la banda madrileña por 10 euros en el minitenderete de merchandising (que nos gusta un regateo) volvimos más tarde a casa con la sensación del deber cumplido y el tiempo y el dinero bien invertido. Los Joses Skaf y Torres y Victor Teixera con sus canciones con títulos como La langosta se ha posado o Ese martillo puede salvarle la vida triunfaron esa noche, al menos conmigo. Musicalmente hablando, se entiende, que luego os vais a pensar en lo de siempre. Es de agradecer y me parece muy de recibo que ya que sus tonadas son sin letras, al menos le pongan títulos tan peregrinos. Otra cosa será, como público entregado y superfanchi, no sólo identificarlas si no lo que es más importante, atreverse a pedirlas en un bis a grito pelao.
Pero vamos, que TORCHE tampoco es que dieran un mal concierto. Que tampoco. Lo que pasa es que vine con muy buen recuerdo de cuando los vi por azar allende los mares y a lo mejor tenía más expectativas fruto de la masiva ingesta de ese alcohol no garrafonizado de la sala más macarruza de Washington. Con lo que me quedo de este su segundo concierto para esta vuestra RubiaK, en la presentación europea de su último trabajo denominado Harmonicraft, es con esa interacción continua que mantuvieron con un público que quería divertirse y que sabía bien como conseguirlo. Un público juguetón que les provocaba y que encontró en la banda la horma de su zapato (o de sus cholas a estas alturas del año) Desde ese guitarrista que brindaba por doquier con su cervecica con la muchachada hasta ese cantante que se atrevió a ser transportado por el respetable que tuvo su noche más crowdsurfera de la temporada veraniega. Y en honor a ese público guasón repito aquí el video que en su día incluí en la anterior crónica de un mangurrrián que define muy francamente la música que hacen estos tipos.
Gran noche por tanto de bandas en un principio sorprendentes que ya no sorprenden y de bandas sorprendidas de que te sorprendan. Mi gran consejo de hoy (que para variar seguro que os lo pasáis por el funki y con razón): si os gusta la música, id a cualquier sala que programe un concierto y disfrutadlo, sin prejuicios, sin dejaros llevar por los grandes carteles o los llamativos nombres. Descubriréis alguna que otra joyita. Os lo digo yo y la DGT.
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