Calentamos motores con el rock callejero de LOS PERSONAJES, aunque el escenario fue un devenir continuo de gente que subía, cogía un instrumento, tocaba un temita y se bajaba en un perpetuo frenesí. Juanjo y su indomable flequillo nos cantó temas propios (como "Vamos a más" o El "Sucio") y ajenos, gustándome especialmente ese "Agotados de esperar el fin" de Ilegales. Y a pesar de que parecía un Rickenbacker lo que tocaba Alberto os tengo que decir que no, que no me digáis porqué, pero se lo pregunté y me dijo que no, que es un Music Man. ¿qué pasa?. También yo en ese momento me pregunté ¿qué hace una chica como yo en un sitio como este?. Acabaron su función con ese su sempiterno "Infierno Bar" en el que todos quisiéramos acabar algún día, eso sí con un Paco más enfrascado en su batería que nunca.
Y por su parte NOCAUT nos dieron a entender que con esta su nueva remesa de canciones recién sacadas del horno como ese "En la carretera" o "Despedidas" dejan de lado las canciones sobre chicas en la playa y se adentran en tierras más rocollosas espoleando a su caballo con su trote cochinero mientras mascan una brizna de heno fresco. Y no me extrañaría que esa camisa de seda negra muy a lo Johnny Cash que tan bien portaba su cantante Javier bien podría estar la próxima vez adornada por sus bonitos picos de plata y acercarse así un poco más a ese Hank Williams que tanto idolatran. Me perdí, creo, el momento romanticón de la noche con su armónica y todo pero yo es que soy de las que prefieren que, en esas fechas tan señaladas por los grandes almacenes, me regalen menos flores y me pongan más los ojos del revés ¿mentiendesloquetequierodecir?.
Y una vez que terminaron fue el terminose del acabose. Empezaron a sonar los melocontonazos de Carmouna al mismo ritmo frenético que iba creciendo mi melocotonazo interior y particular. Y fue ahí cuando me di cuenta que mi cabeza empezaba a querer mantener una conversación, pausada, interesante y si me apuras hasta intelectualoide pero mi lengua no estaba por la labor y se iba por otros derroteros que no entendía ni yo. El caso es que conseguí, no solo que los cuatro me firmaran cada uno en el perfil que corresponde a su foto en el disco que nos regalaron a todos los presentes (y eso a pesar de lo oscura que estaba la sala), si no que conseguí una bonita y sentida dedicatoria: "Contigo hasta el infinito y más allá. Vamos rubia¡¡¡¡". Mola ¿qué no? Y es que hasta henchida de vanidad y con la medianeurona flotando en cerveza soy capaz, otra cosa no, de desempeñar a la perfección mi rol de groupie de pro.