Parafraseando a Jean-Jacques Rousseau: mis rubicrónicas, como las cartas de amor, se escriben sin saber lo que se va a decir, y se terminan sin saber lo que se ha dicho. Aunque esta vez lo que sí que tengo claro es que mi vida de melómana es últimamente nostálgica en exceso.
Todo empezó cuando me volví a colar en el programa especial que Radio3 y Angel Carmona y DetodoslosSueñosDías hacen cada año desde el Instituto Cervantes con motivo del día de la música. En vez de dedicarlo un año más a la constelación de mindiestreams que siempre se asocian al programa “Hoy Empieza Todo” pudimos esta vez disfrutar de auténticos musicazos. La idea era “crear música en directo”, una especie de jam session con cuatro monstruos de hoy y de siempre: Antonio Serrano, Tomatito, Josemi Carmona y el gran Jorge Pardo. ¿Su nexo de unión?: todos han tenido el honor de trabajar con el grande de los grandes entre los grandes, D. Paco de Lucía. ¿El resultado? Un acierto como la copa de un pino. Pero no conformes con eso decidieron dar especial cabida a ese estudiante de filosofía, investigador musical, hacedor de música y escritor de canciones que es Santiago Auserón. Y con él renacieron en mí todos aquellos sentimientos de confusión y emoción hiperhormonada que creí superados mucho tiempo ha. Y tuve claro nuevamente lo que para mí fue este señor en sus comienzos y en lo grande que se ha hecho en todos sus aspectos, siendo su voz la que más ha ganado con el devenir de los tiempos.
Y así, con su preciosa Gibson del 29 se marcó un nuevo tema, Caetano (¿a quién se la dedicará, listillos?), a medias con Jorge Pardo y su travesera. Además de Río Negro y El Forastero, tuve la suerte de poder escuchar un tema suyo que no había oído hasta ahora y que me cautivó como solía hacer entonces: LUZ DE MIS HUESOS. Y con ese título me he quedado ya para los restos porque eso que tan bien describe en su canción es lo que me pasa a mí con él. A pesar de los años sigue haciendo fosforecer mis huesos. Nada de curvas, ni miradas, ni culos, ni escotes. Las olas de pasión que nos levantan determinadas personas no se pueden explicar por reacciones químicas ante reclamos físicos. Simplemente aparecen y hacen que nuestros huesicos no hagan más que refulgir en la oscuridad. Y los míos, al oír su voz melodiosa y ver su sonrisa demediolao devinieron, otra vez, fosforescentes sin remedio.
Gracias a esta nueva experiencia de ectoplasmas para(sub)normales y fluorescentes sigo pensando que la música que escuchamos en el instituto es la que correrá por nuestras venas durante toda nuestra vida por lo que creo que deberíamos hacer algo por evitar que los chavales sigan perdiendo la curiosidad musical. Y por eso no entiendo que con 16 años no puedan entrar a los conciertos. ¡¡¡Pero si es la época en la que termina de fraguarse tu criterio musical¡¡¡ ¿Preferís que vuestros hijos se dejen guiar por el pésimo gusto de los vídeos virales gamla style a dejarlos entrar en un garito de vicio y perversión donde puedan disfrutar de músicos de verdad, contando sus historias cotidianas? ¿queréis que vuestros hermanos pequeños se obnubilen con las turgencias, twerkings y tatuajes de los american kids prefabricados a golpe de tuit en lugar de poder comprobar en vivo y en directo como suda la camiseta una verdadera estrella del rock and roll?
Con esto no quiero decir que les llevemos obligados a ver a las yayas en las que se han convertido los Rolling Stones (sí, yo también soy de los Kinks) ni que nadie se escandalice cuando una tesis doctoral afirma que ni Kristgod conoce a un tal Jeff Tweedy (yo le conocí hace bien poquito en un BBK y estaba más cocida que un alemán en la playa del Arenal). Pero al menos sí deberíamos animarles a ver música en vivo. Y digo yo que algo ayudaría dejarles entrar en las salas y en los festivales. Si queremos ser hipócritas con el tema del alcohol, bastaría con que los camareros les pidiesen el carné o en la puerta les pongan una pulserita como hacen en EEUU (¡¡¡¡a mí en el CBGB me pidieron el carné para servirme una cerveza¡¡¡¡). Y si encima se ponen precios asequibles para ellos o incluso no se les cobra la entrada como hacen en todos los conciertos del Sello Aloud Music…. Mejor que mejor. Me parece la mejor alternativa al botellón. De ésta me presento a concejala de cultura en la aldea, yatelodigoyó. De momento y hasta entonces me quedo con esta interesantísima y apoyable iniciativa: UNDERAGEROCKS.
Y ya si eso la próxima vez que me cruce en el camino de ese electroduende obstinado en su error le reclamaré todo ese su amor que me ofreció en su alterógrafo para que, al menos por un momento, me haga perder, además del ritmo, la razón (la poca que me queda, claro...).